
La crisis que vive el Ecuador no es únicamente por la presencia del coronavirus y la gran pandemia que ha inundado nuestro planeta; es una peste que refleja -lamentablemente- la acción de determinados sectores de la función pública quienes se han enlodado en actos de corrupción que han golpeado al país de una manera llena de horror, situación mediática convertida en el pan de todos los días.
Frente a esta realidad, muchas personas se preguntan dónde está la ética, la moral, la honradez y la dignidad de quienes nos representan y de quienes han sido designados para cumplir a cabalidad ciertas funciones importantes en la administración del Estado; no son niños ni jóvenes que no saben comportarse de la mejor manera, no son imberbes para no saber lo que es la responsabilidad y la lealtad hacia quienes confiaron en ellos.
Lamentablemente la administración pública de nuestro país se ha inundado de corrupción, seres humanos sin escrúpulos que lo único que hacen es luchar diariamente para ser designados para una función pública, luego de evidentes palanqueos y llegados a ese cargo, derivar como procede una gran cantidad de burócratas, a sacar tajada y presentarse a la sociedad como “hombre progresista”, como seres humanos exitosos con grandes emprendimientos y con una vida llena de lujos y placeres.
Lo que muchas personas analizan es que ese grupo en el Ecuador es una minoría, sin embargo conoce los vericuetos para llegar a altas funciones del Estado y cumplir sus objetivos del dinero fácil, sin importar el dolor de cientos de personas que buscan la atención del régimen especialmente en el campo de la medicina, la salud y la seguridad. Mientras otros ecuatorianos trabajan incansablemente toda su vida y no pueden satisfacer sus necesidades básicas, descubriendo que este es uno de esos países con mayor inequidad.

Entonces se habla del perfil profesional de estos funcionarios y dentro de ese perfil se trata sobre su capacidad profesional, sobre su formación; entonces aparece la ética profesional que constituye uno de los resortes morales más útiles sometidos a la competencia y esto les obliga a la superación y tecnificación permanentes, a la iniciativa, responsabilidad y puntualidad en las labores de servicio.
El funcionario público y privado en el desarrollo de sus actividades debe demostrar valores éticos y morales de alto nivel, además de capacidades y habilidades que les permita cumplir a cabalidad con sus funciones, más aún cuando se trata de atender al público que se merece todo el respeto, consideración y atención inmediata.
La ética profesional se la puede concebir como un conjunto de principios morales básicos que guían la conducta de los hombres que tienen en sus manos el mundo de los demás seres. La práctica concienzuda de estos principios, significan finalidades positivas y creadoras que edifican la superación de todos los ámbitos profesionales.
La ética profesional encierra el valor de profesar, es decir, dar testimonio de algo, comprometiéndose en un trabajo consecuente a las leyes jurídicas y morales; en otras palabras, obrar a ciencia y conciencia. Así se valoran las conductas de las personas y se resalta a aquellas que cumplen con ética y brindan un servicio positivo fuera de todo tipo de trato alejado de las normas de la convivencia humana y de las leyes.

La ética profesional no solo piensa en la utilidad que representa la profesión o su prestigio, sino en la función ética comprendiéndola como servicio social y una forma de solidaridad para evitar aquello de explotados y explotadores, pues el trabajo es la fuerza de cohesión social más elevada.
Estas consideraciones en tiempos de pandemia y de corrupción son de vital importancia para que el mensaje llegue a la gran mayoría, a los jóvenes, a los universitarios, a los profesionales, a los funcionarios públicos para que de una vez por todas entiendan que la ética y la moral, además del servicio a los demás, son fuentes puras de una gran empresa que llena el horizonte de esperanza para mejorar la calidad de vida y encontrar las acciones concretas para que la comunidad en su conjunto reaccione enérgicamente ante los actos de corrupción en cualquier lugar, en cualquier escritorio burócrata y en cualquier conversación en voz baja y sin testigos.
En el régimen anterior, ustedes recordarán, se creó el instituto de la meritocracia, había mucha publicidad y se decía que los mejores serán los seleccionados para los cargos de mayores responsabilidades, poco a poco ese instituto de la meritocracia se fue apagando hasta volverse cenizas, perdida en el espacio de la geografía nacional, porque el régimen no seleccionaba a los mejores, seleccionada a quienes les servían para sus obscuros objetivos que a la postre se descubrió que mejor les servían quienes estaban “preparados” para abonar cada vez más la corrupción en la que se desenvolvían sus acciones y obras.
La ética profesional está reñida con los regímenes de caudillos y corruptos, eso hay que resaltar y abrir los espacios para aquellos profesionales que han puesto en el primer lugar de sus objetivos el cumplimiento cabal en el marco de la ley de sus más altos valores éticos, morales y de servicio.

Columnista. Latacungueño sensible, dócil, franco, admirador de Gabriel García Márquez, el fútbol sigue siendo una pasión recurrente; de Latacunga extraña el ajetreo mercantil de la plaza de El Salto y sus “cosas finas”; amante del periodismo desde hace más de 45 años escribiendo de forma cotidiana para el Diario “La Gaceta”; se formó en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí” La Habana-Cuba.