En enero del 2020, con gran despliegue publicitario, se anunció por parte del Gobierno Municipal de Latacunga que se firmaron varias cartas de intención por $ 36, 8 millones para la construcción de algunas obras y estudios, entre ellas el proyecto de ciudad inteligente.
Ha pasado más de medio año desde entonces y nada se sabe de los pasos dados para hacer realidad esta loable iniciativa, creo que el tiempo transcurrido es más que suficiente y ya deberíamos, al menos, contar con un estudio base que viabilice la ejecución de iniciativas para que la ciudad no siga rezagada en la oferta de servicios con el adecuado aprovechamiento de las facilidades que ofrecen las TICs.
Esta alteración de los ritmos de vida en la llamada “normalidad” por la pandemia sanitaria, ha dejado en evidencia lo poco preparadas que están nuestras ciudades para afrontar nuevos retos que eviten el colapso social y económico. Por ello, autoridades ineficientes, sin fundamentos técnicos, artificiosamente, aplanan la curva de contagios y obligan a un retorno forzoso a las actividades presenciales. Muchas actividades que hoy se realizan de manera tradicional podrían evitarse si se hubiese trabajado en la prestación de servicios en línea, es más, una buena cantidad deberían solucionarse siempre bajo esta modalidad, pero para ello es necesario contar con un proyecto que, al ser implementado, garantice un adecuado funcionamiento.
Nunca estará demás señalar que las autoridades no deben olvidar que las ciudades son ecosistemas diversos y dinámicos, sus ritmos se alteran cuando quienes las ocupamos cambiamos nuestras costumbres; el desarrollo de la infraestructura debe estar orientado a solucionar las necesidades ciudadanas, por tanto las decisiones que se adopten bajo ninguna circunstancia pueden ser tomadas al margen de la participación activa de la gente.
Cuidado se caiga en la simple novelería de hablar sobre ciudades inteligentes o “smart cities”, sin saber exactamente cuáles son sus características, en términos generales y entre otras cosas: facilita la movilidad, mejora los servicios sociales, es sostenible y da voz a los ciudadanos. Sus objetivos principales son mejorar la eficiencia de sus políticas, reducir al máximo los residuos y molestias, fomentar la calidad social y económica y maximizar la inclusión social.
Que lejos estamos de asociar “inteligente” con la capacidad de la ciudad de crear bienestar para sus ciudadanos. El primer gran problema a solucionar es la brecha de una gran franja poblacional para acceder al uso de las TICs; el segundo, la pésima calidad de los servicios de quienes sí tienen acceso; y, el tercero, la escasa capacitación ciudadana para un adecuado aprovechamiento de esta herramienta. Si ha esto le sumamos la ausencia de políticas públicas que posibiliten visualizar el futuro con luz larga es poco lo que podemos esperar para crear ciudades sostenibles económica, social y medioambientalmente.
Arquitecto, PhD en Ciencias de la Educación, Catedrático Universitario, Escritor, Investigador del Patrimonio Cultural y de las Ciencias Sociales. Columnista en varios medios de comunicación.
“Es indispensable sentipensar Cotopaxi, para consolidar la memoria colectiva, analizar críticamente el presente y proyectar el futuro con espíritu resiliente y sinérgico”.