Nelson Román Chacón, el arte perpetuo

Nació en Latacunga el 7 de febrero de 1945; transitó los primeros años de su vida bajo el cuidado de sus progenitores, siendo el oficio de su padre, Salvador Román, músico y pintor figurativo de tópicos indigenistas además de religiosos, una de las piezas clave en su formación como creador. A la vez, su madre, Rosario Chacón, entusiasta de la literatura, reconoce en su mirada los primeros signos de emoción ante la palabra escrita.

Durante su infancia, el misterio de las máscaras talladas en la madera por el imaginero popular Alejandro Jacho, el encanto de los trajes ceremoniales de los danzantes del Corpus Cristi, originalmente fiesta del Inti Raimi, realizados por Teófilo Quishpe, los exvotos pintados por Manuel Cangui, discípulo de su padre, enriquecen su mundo interior y desarrollan su interés por el arte sincrético del mundo indigenista.

Recibió su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Quito (1962-1968); en busca de nuevas formas, colores y técnicas, a principios de la década de los setenta viajó a París, donde además se especializó en el arte del grabado; posteriormente estudia en la Escuela de Artes Decorativas de Niza y en la de Arte y Arquitectura de Marsella Luminy (Francia 1982).

Sus primeras obras fueron en el taller de su padre, Salvador Román; colaboró con el antropólogo brasileño Paulo de Carvalho Neto en 1963; con el maestro Manuel Viola en Madrid en 1968 y con el escultor catalán Moisés Vilella en un trabajo de investigación estética en el arte pre-hispánico ecuatoriano.

Es a partir del año 1969 que Román se interesa enérgicamente en las experimentaciones del arte neofigurativo. Así pues, la neofiguración se sobrepone a la abstracción y representa no solo frescura para la época, sino también el primer esbozo del distanciamiento y crítica a la tradición del arte nacional.

Es en esta misma época en la que tiene su idilio con el arte de Goya, cuando teje amistad con sus coidearios Washington Iza y José Unda, y juntos forman el colectivo Aguarrás, el primer grupo artístico al que pertenece Román; a ellos se suma Ramiro Jácome y conforman el grupo de “Los cuatro mosqueteros”, quienes a fines de los sesenta e inicios de los setenta se convierten en una generación que rompe con los patrones que regían la vida cultural del Ecuador de ese entonces.

Entre sus galardones cuenta con los primeros premios en el Salón Premio “París” (Quito, 1972), lo que le brindó la oportunidad de darse a conocer en esa ciudad, donde vivió muchos años; Témpera del Salón Nacional (Quito 1973), Salón Nacional de Grabado (Quito 1976), Bienal de Dibujo de Guayaquil (1980) y Gran Premio en el Sexto Salón Mariano Aguilera (Quito 1978).

Ha realizado exposiciones individuales en Ecuador, Estados Unidos, Colombia, Perú, Alemania, Francia, Reino Unido y España, y ha participado en innumerables exposiciones colectivas, bienales y concursos internacionales. Su obra se encuentra en museos, colecciones privadas y públicas en el mundo entero. Ha recibido grandes elogios por parte de la crítica nacional e internacional y lo han convertido en un referente de la plástica nacional.

Su talento y rebeldía rompe normas y trasciende campos conceptuales dentro del mundo artístico, lo cual lo convirtió en mosquetero del arte plástico ecuatoriano, ha procreado obras con mucha fuerza y significado; pues, su crecimiento artístico no se enmarca únicamente en el territorio ecuatoriano, sino que se traslada hacia una visión dialogante, cosmopolita. Naturalmente, a cada artista le pertenece una búsqueda, y esta búsqueda obedece al deseo de forjar un camino de autenticidad y valor, y, sin duda, el camino labrado por Román es una muestra extraordinaria del esfuerzo y la permanencia.

Perteneció a la denominada generación “Recuperadora”, de Feísmo y Magicismo que con sus aportes se ganó espacio entre las nuevas corrientes del arte ecuatoriano.

“En el último período Román hurga en el folclor y enriquece sus telas con lo lúdico y lo mágico de la fiesta campesina -danzantes, máscaras, símbolos, rituales. También se apoya en lo popular para ascendrar técnicas e intensificar o sutilizar la cromática. El dibujo feísta conserva el lugar protagónico, pero enriquecido por alusiones mágicas-  aureolas, por ejemplo, o alas de fino trazado en oro.” (Hernán Rodríguez Castelo)  

Como se advierte, Román posee una prolífica trayectoria, gracias a ello es considerado uno de los artistas plásticos más prominentes del panorama internacional contemporáneo.