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VALORES SIMBÓLICOS DE LA FIESTA DE LA MAMA NEGRA (PRIMERA PARTE)

Para identificar los valores simbólicos de la fiesta de la Mama Negra es necesario establecer el nexo de esta expresión artística con la identidad cultural; por eso resultan de gran importancia las reflexiones de Díaz Hernández que sostiene: «La identidad se crea. La identidad se recibe y se forma. Se transmiten nociones, valores, historias, memorias, representaciones, rasgos, costumbres, que tienden a perdurar y a mantener lo mejor de la identidad. Eso nunca ocurre de manera invariable. La identidad se recibe y cada generación la recrea, la elabora, la enriquece, es un proceso social de construcción» (Díaz, 2013, p. 108).

Para el presente trabajo este enfoque de identidad es útil, ya que interesa confrontar el culto a las raíces y tradiciones con las diferencias del presente y del porvenir, solo entonces podremos acercarnos al ensayo de una identidad colectiva que sirva para impulsar el desarrollo regional sostenible. Nuevamente es fundamental referenciar las ideas de Díaz Hernández, quien señala lo siguiente:

Es entonces oportuno resumir que la identidad se asume como el espacio sociopsicológico de pertenencia de un individuo o grupo reflejado a través de la imagen que moldean sobre un conjunto de rasgos, significaciones y representaciones referidas a ese mismo individuo o grupo. Es la conciencia y el sentimiento de mismidad compartidos, es la posibilidad de compararse con otros manteniendo la continuidad (Díaz, 2013, p. 109).

Se realizará, entonces, una breve descripción de algunas dimensiones relevantes para la configuración de la identidad latacungueña, en relación con la fiesta de la Mama Negra como expresión patrimonial de la cultura artística de esta región.

DIMENSIÓN TERRITORIAL

La «Sierra» del Ecuador se formó en el período cretáceo, época de grandes erupciones que fueron estructurando el sistema montañoso de Los Andes, compuesto por las cordilleras occidental y oriental que recorren el país de norte a sur. Estas cordilleras se enlazan entre sí por doce ramales internos llamados «nudos». Entre las cordilleras y los nudos hay altiplanicies con diversas altitudes y paisajes, que crean las hoyas andinas.

Las dos cadenas montañosas tienen una longitud de 800 km, están separadas entre sí por unos 50 km y dejan en el medio al llamado «callejón interandino» que posee en su seno quince hoyas; cada hoya toma el nombre del principal río que la recorre. Las hoyas, por su ubicación, se identifican como centrales, occidentales u orientales, según hacia donde tengan la abertura de su cuenca hídrica.

La cordillera de los Andes, en el territorio ecuatoriano, forma parte de los llamados andes septentrionales y es la más rica en biodiversidad. En esta se han reconocido 45 000 especies de flora y 5 975 especies de fauna. Según algunos autores el término «andes» podría provenir del quichua anti, que significa cresta elevada o donde el sol despunta; otros afirman que su origen estaría en el aimara anta, que significa color de cobre.

Sin lugar a duda, el ecoturismo sería el renglón más favorecido para el desarrollo económico de una región frágil y diversa, y en el caso de Cotopaxi, con un amplio sector poblacional ubicado en índices de pobreza extrema. Es necesario pensar en las potencialidades de la región para construir parámetros de desarrollo humano basados en la equidad y profunda armonía con la naturaleza.

En este impresionante y biodiverso escenario, la ciudad de Latacunga, asentada a 2 850 metros sobre el nivel del mar, en íntima relación telúrica con el Volcán Cotopaxi (el volcán más alto y activo del mundo), desarrolla anualmente la fiesta de la Mama Negra en el mes de septiembre, con un carácter popular que profundiza en las raíces religiosas, aunque se hace otra en noviembre de carácter masivo, como elemento dinamizador de la economía local a través del turismo.

Dicha representación artística está estrechamente ligada a la realidad geográfica que le circunda, ya que, de esta manera, los pobladores expresan su agradecimiento a la Virgen de las Mercedes o Virgen del Volcán, quien aplaca la furia eruptiva y evita la destrucción de la ciudad y de sus campos agrícolas y ganaderos para garantizar el curso de la vida.

La fiesta presenta muchos elementos de sincretismo religioso que nos remiten a una cosmovisión precolombina de adoración y respeto a la naturaleza y, en especial, a la montaña de fuego, objeto de mitos y leyendas.

El Volcán Cotopaxi en la actualidad sigue siendo el elemento que marca los ritmos en la vida de los pobladores de Latacunga; su amenazadora actividad convierte a este lugar en una ciudad con alto riesgo de desastre natural, ya sea por razones eruptivas o por las fallas geológicas que la hacen especialmente sensible a los terremotos. Esto provoca que sus habitantes siempre recurran a expresiones de fe para configurar su pensamiento. Por eso, la Mama Negra desempeña un papel protagónico en la renovación permanente de esa íntima relación de un pueblo con su entorno natural.