La gran crisis que soportamos a nivel mundial quedará marcada en la historia de la humanidad como uno de los hechos que se presentaron en el momento menos pensado; nadie estuvo preparado para esta pandemia, para este emergencia sanitaria; sin embargo nos ha servido para darnos cuenta que todos somos iguales.
Queda claro en esta situación que ante todo debemos luchar por la vida, que en serio está en riesgo en estos momentos, pues un contagio acaba con la vida de cientos de miles de personas, ante esa realidad para qué no sirven las cosas materiales cuando la salud que es lo más importante está en riesgo.
Mientras tanto hay que decirlo estoy bien, estoy en paz, el sol seguirá brillando para todos nosotros, la luz de la luna seguirá alumbrando, el abrazo con un familiar o un amigo seguirá esperando; el saludo con el vecino y con el conocido seguirá en lista de espera. Es nuestra actual realidad y no sabemos hasta cuándo durará este aislamiento social. El viaje que estuvo planificado podrá esperar y así continuar con la alegría de vivir; dejemos de lado la tristeza y la melancolía y enfrentemos la realidad con energía, con fuerza, con alegría y con mucha comprensión.
En estos duros momentos no solamente hay que juntarse cada vez más con nuestros seres queridos, con nuestros familiares, además debemos juntarnos, a la distancia, con los amigos, siempre es bueno un palabra de aliento de quienes en realidad queremos y nos quieren. Debemos enterrar la angustia y los pesares y avanzar en el camino de la vida que lo tenemos marcado desde siempre. La familia sigue con nosotros a la distancia, las palabras más hermosas llegan de la familia, de los más cercanos.
La ciudad, nuestra ciudad, nos reclama pues es nuestra novia y espera la visita con pasos firmes para en unidad de actos buscar la solución a sus problemas y hacerla cada vez más grande y más hermosa. Es verdad que mucho le hemos fallado a nuestra ciudad, pero ahora es la mejor ocasión para comprometernos definitivamente para trabajar por su desarrollo y bienestar.
Ya nada será igual, habrá un antes y un después de esta pandemia, un grave mal que nos deja grandes enseñanzas en la vida personal, familiar, profesional y comunitaria, debemos captar estas experiencias para enrumbar nuestras vidas a la solidaridad, al respeto, a la unidad y al trabajo conjunto, para mirar con satisfacción los nuevos proyectos y las grandes obras sensibles, espirituales y físicas.
Esta pandemia no hace diferencias, desde la China hasta el Ecuador pasando por todos los países más desarrollados y en vías de desarrollo, pasando por las más grandes ciudades y por aquellos conglomerados que aún esperan la llegada del desarrollo y del bienestar, han sido afectadas por este grave mal. No somos los mismos, las diferencias deberán pasar, pues todos somos iguales ante un desastre, ante una catástrofe, ante una pandemia.
Vale ahora más la palabra, el amor, el afecto, la solidaridad, vale más la entrega, el empeño, la conciencia y acercarnos cada vez a los demás, saber que nuestra fuerza está en la familia y en la comunidad, que juntos podremos, que juntos saldremos del fondo de esta pandemia para gritarle al mundo que hemos resistido con ayuda, con colaboración y con la guía y el ejemplo de los verdaderos líderes, que no sabemos de esa corrupción de hombres y mujeres sin sentimientos, ellos pagarán sus culpas y nosotros seguiremos construyendo nuestra nueva sociedad, con más sentimientos, con más unidad y con más compromiso.
Ahora se ha demostrado que somos iguales, que de nada ha servido lo material, que lo único importante es la salud, que por ella hay que luchar denodadamente todos los días, lo material puede desaparecer, que con salud volveremos a conseguir lo que nos haga falta para satisfacer nuestras necesidades y en muchos casos satisfacer nuestros egos.
Ahora sabemos que la vida es muy corta y la vivimos muy aprisa. Ahora hemos llegado a entender que somos iguales, que la salud es lo más significativo, que de nada nos ha servido lo material, somos iguales ante la adversidad, los males, las catástrofes, la pandemia no hace ningún distingo y nos pone en la misma balanza, aprovechemos y entendamos esa realidad y nos unamos cada vez más, para salir adelante y mañana cuando nos encontremos démonos un fuerte abrazo sincero, respetuoso sin importar lo que tengamos o lo que no tengamos, todos somos importantes, todos hacemos esta comunidad y todos nos necesitamos. Fuerza y unidad, que el resto vendrá con esfuerzo, unidad, trabajo y sacrificio.
Columnista. Latacungueño sensible, dócil, franco, admirador de Gabriel García Márquez, el fútbol sigue siendo una pasión recurrente; de Latacunga extraña el ajetreo mercantil de la plaza de El Salto y sus “cosas finas”; amante del periodismo desde hace más de 45 años escribiendo de forma cotidiana para el Diario “La Gaceta”; se formó en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí” La Habana-Cuba.