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PÍLLARO: SEIS DÍAS BAILANDO CON EL DIABLO

Fotografías: Diego Paredes Bravo

A lo lejos suena la banda de pueblo, los diablos, guarichas, capariches y parejas de línea corren, con ellos los visitantes y todos los que no quieren perderse la fiesta. En ese pequeño pueblo del páramo andino durante 6 días cosas diferentes pasan.

Salen los niños; las niñas también quieren ser diablos, son ellos los dueños de la algarabía, los que aún siguen dando fe de que las fiestas de pueblo permanecerán por largos tiempos entre nosotros.

Del 1 al 6 de enero, decenas de disfrazados le dan vida a las angostas calles de Píllaro, al son de su himno de siempre, ‘Píllaro Viejo’, danzan con los pasos aprendidos de sus padres, gimen, gritan, lloran las guarichas y diablos, otros cuantos, aún, danzan en el medio del desfile, recordándonos que la clase alta ha existido desde siempre, pero que en la fiesta todos somos todo.

En enero de 2009, la ‘Diablada’ se declaró como Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador, pero la fiesta existe desde hace mucho tiempo atrás. Para el que visita este rincón de la sierra por primera vez, puede ser que descubra que la fiesta es un tanto compleja, y que asusta, verdaderamente asusta.

Los diablos danzan al tiempo que se quejan, “achararay” dicen mezclando el frío de los Andes con el clima del infierno del que han venido, bailan al filo de la calle, asustan a las muchachas que los miran, y entre toda la magia de la fiesta parece que únicamente los niños entienden que no hay que tenerle miedo al mal, ellos, y a veces solo ellos, se ríen, aplauden y los diablos pasan sin que sus caras traídas de las más tórridas imaginaciones tengan efecto.

Un licor rojo acompaña a la guaricha que va por todas partes, saltando, riendo, acercando la botella a todo el que ve, “somos el pecado, representamos todo lo que te hace pecar, somos madres solteras llevamos a los niños en los brazos, cualquiera de estos bandidos podría ser el padre, les incitamos a pecar, por eso somos guarichas, ya después de todo les vamos recordando que el diablo les ha de llevar”, contento en el papel que representa, Luis Soria explica una parte de la fiesta.

Hay cientos de versiones para el origen de la diablada, y otras decenas más de mitos alrededor de los que gira la fiesta, lo cierto es que siempre será necesario ir, vivirlo, tocar un diablo, bailar con una guaricha, escapar del capariche y en medio de todo preguntarnos: el diablo, el de verdad, el que habita en el infierno, ¿bailará por aquí?