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MEMORIAS: HOMENAJE A CRISTIAN FABIÁN TOAPANTA TOAPANTA

No sé quién aprendió más, sí modestamente algo él de mí, o creo yo mucho de él. Creo más bien que la vida me ha enseñado de que los amigos terminan siendo la familia que uno escoge. Y él me escogió a mí, a Cristian lo conocí cuando reverdecía su edad alcanforada, tendría 13 años, y la curiosidad de la radio nos convirtió en cómplices, mentadas de autores que compartimos sin cansancio, una y otra vez de colocar: a Richy Ray & Bobby Cruz, Héctor Lavoe, Steven Taylor,  Jim Morrison, Paul McCartney, Alan Parsons, Saúl Hernández, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Calamaro, Bunbury, Bob Dylan, Leonardo Cohen, tardes y noches revisando expedientes, documentales, películas y series que nos hicieron felices.

De su lucidez e inteligencia como de su curiosidad aprendí a mirar la película de Francis Ford Coppola, basada en la novela de Mario Puzo, El Padrino, de otra manera; por otro lado, estaba, no lo niego, la vuelta a relecturas porfiadas para descargar la mente: José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Octavio Paz, Juan José Areola, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Clarise Linspector, Rubén Fonseca, rememorar los apuntes de Rimbaud, de Nicanor Parra, de Borges, queríamos comernos el mundo literalmente.

Él fue hincha a muerte del deportivo Quito, sin banalidades lo vi llorar de alegría cuando en el estadio La Cocha su deportivo Quito campeonaba y dio la vuelta olímpica agradecido por tanta gloria. No sé cuándo pero un día decidió aferrarse al oficio de registrar y capturar los instantes para la eternidad, con una modesta cámara, muchas veces prestada, empezó ese que sería su razón de ser la fotografía como actitud de vida y dignidad humana.

En un diálogo de la película de Campanella está la clave de esta muestra fotográfica, y para azar benigno, lo expongo como la anécdota más valiosa que compartimos junto a Cristian quizá los que merecemos ese privilegio de la intimidad: «El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar. No puede cambiar de pasión» (…)

Y esta fue su pasión y la abnegó desde siempre a su familia, desde su desvelo y porvenir fue y sigue siendo Matías su mayor riqueza, su mayor legado, su mejor fotografía.

Aquí estamos, estupefactos, incrédulos, pero convencidos que es también la ausencia parte de la vida; nos sobra tiempo y nos faltan palabras para enumeran tantas anécdotas vividas, su buen sentido del humor como su carácter noble, leal a sí mismo, a principios y valores verdaderos, amante de la fiesta popular, cultivador del verdadero amigo.

Aquí estamos Cristian poniendo en modo manual nuestras cámaras para retener el tiempo de la felicidad, te honramos y en tus memorias que Diego ha tenido la gentileza de curar aún faltan las fotos que nunca retratamos las que aún hacemos todos los días. Un día me dijiste que te escriba un poema y termine haciendo dos:

Decálogo para capturar lo eterno

1. Si crees que lo hago por presumir, o por simple capricho.

“No me llames fotógrafo»

2. Porque acaso me aprovecho del instante y lo atrapo, lo guardo

y lo exhibo como un trofeo de guerra. “No me llames fotógrafo»

3. Porque te presumo mi cámara como un juguete de vanidad;

si en vez de ello me detengo y te estiro la mano

y pierdo las mejores tomas de mi vida. “No me llames fotógrafo»

4. Porque primero fotografío y luego admiro la grandeza. “No me llames fotógrafo»

5. Porque simplemente no puedo diferenciar entre arte, belleza y arrogancia.

“No me llames fotógrafo»

6. Si crees que llamarme a mí mismo fotógrafo me hace o por tener una cámara, por parricida, por agruparme a ensayar retratar la vida. “No me llames fotógrafo»

7. Por preferir retratarme con personas famosas o públicas en vez de un sel-file con mi hijo, novia, amigos o esposa. “No me llames fotógrafo»

8. Por escapar del sol, de la lluvia o el cansancio

y no alcanzar hasta lo más alto del sendero

y admirar la panorámica que es la vida misma. “No me llames fotógrafo»

9. Por hacer que una palabra valga menos que una imagen.

“No me llames fotógrafo»

10. Por el antojo de no reconocerme: que también me conmuevo,

lloro, río, grito o canto al mismo tiempo que oprimo el disparador,

y conjugo los ojos, mí cámara y el corazón, “nunca me llames fotógrafo»

Mientras Enrique Bunbury siga insistiendo con sus canciones, y recuerde la hazaña de estar en primera fila en todos sus conciertos, de irte si es posible al confín más alejado de casa, de fotografiarlo y cumplir el sueño de contarnos que conociste a un verdadero Rock Star, que emulaste su nombre, que el rock and roll, que la canción que preferías siga sonando en tu honor porque el show debe continuar.

Bienvenidas y bienvenidos a la muestra fotográfica de Cristian, es un homenaje sencillo, por eso que sentenció García Márquez de que la muerte no llega con la edad, o con el tiempo, sino con el olvido. Aquí tenemos encendida nuestra cámara para recordarte siempre.