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MEMORIAS DE AGOSTO III

Para comprender mejor lo ocurrido luego de la asonada del 10 de Agosto de 1809, hay que tomar en cuenta que la Real Audiencia de Quito, conocida también como Presidencia de Quito, en ese entonces, formaba parte de la división administrativa del imperio español con jurisdicción política, militar y religiosa en un área que corresponde al actual Ecuador y tenía bajo su autoridad a las Gobernaciones de Quito, Esmeraldas, Quijos, Jaén, Mainas, Popayán, Pasto, Guayaquil y Cuenca.

Conocido es que en la mañana de este memorable día, ocurrieron dos hechos importantes: La comunicación de su destitución al presidente Ruiz y la lectura del manifiesto público en la Plaza Mayor, para que posteriormente, en cabildo abierto del 16 de agosto se instalara la Junta Soberana de Quito.

Lamentablemente la revolución nacía con una vigorosa y solapada quinta columna, que se introdujo en el Cabildo quiteño, creando un ambiente tenso, así como desconcierto entre los habitantes, quienes llegaron a dudar de su lealtad hacia la revuelta.

Por otro lado, la actitud del Presidente de la Junta, don Juan Pío Montufar, no era la mejor, quien inclusive se dejó intimidar por las amenazas de los virreyes de Santa Fe, del Perú, y de los gobernadores de Guayaquil y Cuenca.

Pocos fueron los que en realidad se apasionaban por el nuevo proyecto, como Juan de Dios Morales y Manuel Rodríguez de Quiroga, inclusive Juan Salinas, que fue nombrado comandante de las tropas, tenía como defecto la “novelería”, etéreo e inconstante, que aportaba con entusiasmo momentáneo, pero sin tenacidad en el propósito.

Ya en septiembre, mientras se discutía las comunicaciones de algunos gobernadores que exaltaban el amor al Rey de España y a la religión, la Junta propone que se restituya al Conde Ruiz de Castilla, empezando así graves desavenencias que llevaron a motines del pueblo de Quito que obligaron a Montufar y sus vocales a salir de la ciudad y ocultarse, dejando en el poder a Morales y Quiroga, apoyados por Salinas, como jefe de la guarnición militar.

El fracaso estaba a la vista, la condición comercial y de ciudad del interior, sin puerto para recibir recursos y apoyo, contribuyó para que el Virrey de Lima organice el ejército que con la colaboración de las gobernaciones de Popayán, Pasto, Guayaquil y Cuenca aplastó la revolución.

Tal es así que el 24 de octubre de 1809, se formaliza la capitulación y se nombra a Ruiz de Castilla como Presidente de una nueva Junta sujeta y subordinada a España, con el ofrecimiento de que en ningún caso, ni por ningún evento se perseguiría a ningún ciudadano y se evitaría a toda costa una guerra civil, algo que no se cumplió, sino que más bien el 4 de diciembre se calificó como reos de Estado a los autores, auxiliadores y partidarios de la Junta revolucionaria levantada el 10 de agosto de 1809, lo que llevó a prisión a muchos de sus líderes, pudiendo unos pocos ponerse a buen recaudo y escapar.

El 2 de agosto se perpetró el mayor crimen registrado por la historia americana de ese tiempo, cuando fueron asesinados Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan Salinas, Javier Ascázubi, José Riofrío, Juan Larrea, Mariano Villalobos, Juan Pablo Arenas, Antonio de la Peña, Vicente Melo, Atanasio Olea, Nicolás Aguilera, Manuel Cajías, Carlos Betancourt y José Vinueza, quienes se encontraban detenidos en el Real Cuartel de Lima (hoy Museo Alberto Mena Caamaño, ubicado junto al palacio de Carondelet), seguido de una indiscriminada matanza de ciudadanos quiteños por parte de la soldadesca limeña y un saqueo de establecimientos comerciales y viviendas, de donde se sustrajeron lo que consideraron una recompensa por la pacificación de Quito.

El legado de este asesinato colectivo, fue el convertirse en una de las razones para luchar sin cuartel, inclusive por parte del libertador Simón Bolívar, en contra el poder abusivo de la monarquía española.