El recuerdo es una forma de aferrarse a las cosas que amas, las cosas que eres, las cosas que no quieres perder; debemos estar claros que siempre estaremos cerca de los recuerdos porque nos trasladan a épocas de plenitud, llenas de alegría, sinsabores, conquistas, realizaciones y felicidad, a épocas de travesuras y de desarrollo, a esas épocas que hicieron a esta ciudad parte de nuestras realidades y de profundos sentimientos de un corazón agradecido, de haber nacido en una ciudad como la nuestra, regada de maravillas y de espacios que perdurarán sin tiempo.
En una reunión virtual con grandes amigos y mientras hablábamos de algunos temas importantes de la actualidad local y nacional surgió el tema de la ciudad y sus cambios, lo que hacíamos cuando fuimos niños, párvulos, jóvenes y adultos y ahora lo recordamos con la nostalgia del corazón henchido de satisfacciones, son esos recuerdos que se mantienen y nunca se tacharan aunque muchos se hayan olvidado de lo que pasó en esta tierra bendecida.
Cómo olvidarnos de las humoradas, con radiola, en las que teníamos la oportunidad de bailar una horitas en la tarde con una buena limonada o algún refresco, nada de alcohol o cigarrillo; cómo olvidarnos de las fogatas, ya en la noche, asistir a un baile en uno de los patios de los establecimientos educativos para arriesgarnos con unas palabritas a la señorita admirada. Cómo olvidarnos de las famosas noches deportivas en los patios del colegio Vicente León, grandes encuentros de baloncesto y unas canelitas para pasar el frío; no podemos olvidar el cine Rex, la vermut y los estenos de las películas más importantes, especialmente de las mexicanas y sus artistas como Cantinflas, El Santo, Pedro Infante o María Félix.
Puedes cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos, esos que nos llegan como cascada de acciones y actividades en todo ese tiempo de nuestra felicidad juvenil, con muy poco para celebrar en grande; no podemos dejar de recordar la elección de la “Mashca Bonita”, un evento por todo lo alto, las mejores orquestas del país y las niñas más lindas de la ciudad como candidatas. Aún nos quedan el olor y el sabor de las ricas empanadas y los tamales; el caldo de patas con huso de pelea en varios salones y restaurantes; como olvidar salones como El Cisne, los hervidos del señor Altamirano; El Viena que se transformó en el Vietnam; Don Goyo y los huesos de la fritada; el bar Chile, la rokola de Olguita Ocaña, El Tívoli, el salón Kennedy; el Mesón Gitano y la más sabrosa comida en la madrugada y bajo los efectos de un buen trago en una noche de bohemia. Los billares eran verdaderas universidades de la vida para la juventud, billares “para ti”, billares del señor Aroca en la (calle) Padre Salcedo, habían otros en el sur, en El Salto y en el norte de esa ciudad que perdimos.
Como olvidarnos de la época gloriosa del fútbol amateur de Latacunga en el estadio Leonidas Plaza Gutiérrez, hoy ESPE-L, los enfrentamientos entre los equipos de aquellos momentos, los anteriores El Taca, Andes, luego el Once de Noviembre, Unión Juvenil, Chile, Americano, Flamengo, Peñarol y muchos más; granes futbolistas aparecieron en esos torneos, algunos llegaron a jugar a nivel profesional. En el baloncesto los intercolegiales, las riñas entre los del Vicente León y los de la Agronomía, colegio Simón Rodríguez y después con el Barba Naranjo; la rivalidad entre las alumnas del Vásconez Cuvi y las del sagrado Corazón de Jesús, Bethlemitas. Los grandes encuentros de ecuavoley, con jugadores de condiciones supriores, los cotejos en el Cuerpo de Bomberos, en El Salto, La Estación, en el Sindicato de Choferes y en otros sitios, esos eventos aún perduran en algunos lugares de la ciudad con apuestas, muchos dichos llenos de verdad y todo.
La elección de las reinas barriales, verdaderos acontecimientos, actos galantes con grandes orquestas, muy bien organizados, con baile hasta la madrugada, sin problemas, sin escándalos; quienes por la emoción se pasaban de copas llegaban a sus casas sin novedades. La Elección de Reina de Latacunga, todo un acontecimiento con caballeros galantes, corte de honor y la respectiva exaltación.
La familia llegaba y llega a La Laguna para pasar momentos a solas y remar en los botes, el Parque Vicente León y la retreta, La Cocha y el parque infantil, el parque de los enamorados; La Catedral y sus ceremonias; el Calvario, mirador de la ciudad y la Virgen de la Merced, siguen en la memoria social.
El recuerdo nos lleva a la nostalgia, ese sentimiento de ausencia o pérdida de algo muy querido cómo en el caso de miles de latacungueños que vivimos intensamente, en una ciudad pequeña con grandes manifestaciones de seres humanos con sentimientos extraordinarios, era esa ciudad de puertas abiertas, a las que se llegaba sin problemas para visitar a los amigos o para solicitar algún favorcito a la vecina para preparar la comida; que esas épocas definitivamente las perdimos porque se han quedado arrimadas a nuestra memoria, a nuestros recuerdos.
No podemos olvidarnos de los “quiños” –puñetas- entre los alumnos de los colegios, en el caso del Vicente León, luego del primer round en el patio del plantel, el compromiso era, te espero tras del Tenis y hasta ese lugar llegaban los seguidores de uno y otros peleador y los “quiños” eran de a de veras.
La ruleta en las fiestas de fin de año, la bomba de disfrazados, los piropos de alambre, la quina y los dulces, felicidad, amistad, respeto y admiración se sentía en el ambiente, cuando familias enteras salían a disfrutar de estos acontecimientos.
Pero en realidad la nostalgia ya no es lo que era; puedes cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos. Este es un breve repaso de una época que vivió Latacunga hace más de medio siglo, en una ciudad pequeña que esperaba poco a poco su desarrollo, Latacunga era desde el barrio Económico al Sur hasta un poco más allá de la plaza de El Salto al norte; Latacunga no conocía aun lo que era Rumipamba, Los Nevados y demás extensiones urbanas, no había transporte público de pasajeros, eran contadas las cooperativas de taxis y El Salto se convertía en una de las más grandes ferias populares.
Latacunga nos ha formado para ser personas de bien, nos ha demostrado grandes cualidades, capacidades y ejemplos, ojalá aprendamos a entender a la ciudad y la gran movilidad social, la que nos dice todos los días y que debemos seguir, lejos de los escándalos y corrupción, de las formas equivocadas, sino para ser parte de una ciudad patrimonial con grandes valores y emociones que nos pueden llevar al infinito, aprendamos ahora para ser mejores mañana, pues la ciudad quiere seguir enseñándonos.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, cuando todo está perdido, aún queda el recuerdo. Latacunga nunca más volverá a ser lo que fue, pero seguirá en nuestros recuerdos.
Columnista. Latacungueño sensible, dócil, franco, admirador de Gabriel García Márquez, el fútbol sigue siendo una pasión recurrente; de Latacunga extraña el ajetreo mercantil de la plaza de El Salto y sus “cosas finas”; amante del periodismo desde hace más de 45 años escribiendo de forma cotidiana para el Diario “La Gaceta”; se formó en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí” La Habana-Cuba.