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ÉTICA LAICA

En la sentencia del denominado “caso sobornos”  con la cual  se sanciona al ex presidente Correa, a otros altos funcionarios de ese régimen y a personas particulares que contrataron con el Estado, el Tribunal estableció que, una de las medidas de reparación simbólica, es  obligación de los reos, realizar y acreditar un curso de al menos 300 horas académicas sobre ética laica.

Según mi criterio es muy importante que se intente reivindicar al Estado principios constitucionales básicos que sustentan su conformación, más aún en una sociedad como la ecuatoriana, permanentemente golpeada por los comportamientos delincuenciales de quienes desde la función pública o el ejercicio privado deberían ser los llamados a fomentar valores como la honradez, responsabilidad, servicio, sinceridad, integridad, honor.

Para nadie es ajeno que el deterioro de los valores afecta a todo el mundo, en Ecuador el auge de la corrupción, violencia, delincuencia, drogas, asesinatos, suicidios, entre otros males denotan una descomposición social que, incluso, llega a legitimar la barbarie, cuando se sostiene que “roban pero hacen obras” o consideran una virtud el engaño, la trampa que la encubren bajo el manto de una mal entendida “viveza criolla”.

Es necesario e inaplazable, si queremos vivir en democracia, que los principios y/o axiomas de nuestra Constitución no queden en letra muerta, que el desconocimiento teórico de la moral laica no se convierta en la antesala de una vida deshumanizada. Es necesario trabajar para renovar, sobre todo en las nuevas generaciones, los principios necesarios para la convivencia pacífica.

La praxis de la ética laica confiere consistencia, orientación, sentido e identidad a un país agobiado por gobernantes inescrupulosos que irrespetan la Constitución y las leyes, olvidando su obligación de educar con el ejemplo.

Poco a poco, han disminuido, hasta casi desaparecerla del currículo educativo, la formación moral y cívica; este silenciamiento progresivo propicia la desmembración del entramado social, afectando también al núcleo primario que es la familia.

Los complejos problemas y desafíos que debe enfrentar la humanidad en este siglo XXI obligan a poner especial interés en la educación en valores, reforzando el conocimiento teórico de los derechos humanos y acentuando el cumplimiento práctico de los derechos individuales y colectivos.

Ha llegado la hora de exigir a cualquier aspirante a un cargo público que para calificar su candidatura acredite una sólida formación en ética laica y que del escrutinio minucioso de su hoja de vida se pueda tener la certeza de una conducta social irreprochable.

Si una sociedad no es capaz de comprender el significado de lo que es justo, de distinguir el bien del mal, de tener consciencia de los derechos y deberes, conocer las virtudes y los valores, está condenada a su aniquilación. Es urgente un rearme moral, la verdadera libertad se alcanza cuando el respeto y la no discriminación son norma de todos los actos. Si queremos combatir, con firmeza, los recurrentes episodios de violencia, ilegalidad y corrupción, es necesario poner de moda la ética laica que facilita el camino que nos llevará a la construcción de una sociedad fraterna, tolerante y solidaria.