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EL TIGRILLO

Las dos acepciones más conocidas de “tigrillo”, son la que refiere al felino que habita en América del Sur, y la del platillo propio de la costa ecuatoriana, producto de una artesanal y tradicional preparación donde se juntan el plátano asado en brazas y aplastado, con queso y huevo, lo que da al plato un colorido tono del felino en mención.

Hasta aquí, todo bien, pero resulta que ahora apareció otro personaje típico de la revolución verde, quien dice que la economía puede girar alrededor de la elaboración de este delicioso revoltillo, lo que bien manejado propiciaría una mayor producción de “verde”, con la consiguiente generación de empleo y divisas.

Indica que es facilito repatriar capitales con la mágica aplicación del “coeficiente de liquidez doméstica”, para que sean invertidos con amor en procesos de inversión que levantarían a los alicaídos contratistas acostumbrados a ordeñar hasta la última gota de recursos del país.

De memoria explica cómo se emplearía el dinero de los préstamos otorgados por el odiado Fondo Monetario Internacional, en la continuación de obras que de acuerdo a su criterio nunca han tenido sobreprecios, ya que los procesos judiciales instaurados e informes del organismo de control no tienen validez, porque responden a un show mediático que distrae la atención de los ecuatorianos.

Que no gobierna el movimiento que inició la denominada revolución ciudadana en el país, dice, que de gana se habla de un país endeudado, que la justicia volverá a ser tan independiente como antes, que se retomarán los concursos imparciales para la selección de fiscales, jueces, contralor y demás funcionarios, que fácilmente obtenían calificaciones de 100/100.

Seguramente estos razonamientos le sirvieron para lograr una nominación a primarias de la lista 1, propiedad de un ex prefecto que ayudó a apuntalar la candidatura del presidente actual, y que en 2016 fue calificado como oportunista por su apoyo a fuerzas que en su tiempo expresaron de alguna forma una oposición al proceso en el que se cometían errores de buena fe y se hacían negocios de mutuo beneficio entre privados.

Mediante una coalición, autodenominada, de izquierda, quien lleva más de 13 años en cargos públicos (como si no hubiera nadie más para desempeñarlos), planificando el buen vivir que hasta ahora no se lo encuentra, dirigiendo el servicio que maneja las compras públicas, la cultura y los sistemas de pago del Banco Central, ahora quiere ser el timonel de un país en crisis.

Con la finalidad de ganar tiempo y buscar el mecanismo que le permita una inscripción efectiva aunque con otro actor, desafía al código y reglamentos electorales con interpretaciones de trámites que según él serían absurdos y que lo único que tratan a toda costa, es impedir la inscripción de su binomio presidencial.

La empresa electoral que lo auspicia, paralelamente aplica una estrategia de desinformación fundamentada en lo que se llama fake news, con el objetivo de afectar la débil credibilidad del gobierno actual y apalancándose en el miedo que estas generan en la ciudadanía, tratar de posicionarse como quien cubriría una aparente necesidad de recuperar la patria.

Ojalá que el espejismo creado por el gobierno populista con los mayores ingresos económicos de la historia ecuatoriana, que dejó un país endeudado y corrompido, no se vuelva a reflejar en la población que aún tiene en su mente algunos recuerdos que le fueron insertados hábilmente por un estado de propaganda, que gastó casi mil quinientos millones de dólares, tratando de crear una imagen de progreso que nunca se dio.