Mediante una coalición, autodenominada, de izquierda, quien lleva más de 13 años en cargos públicos (como si no hubiera nadie más para desempeñarlos), planificando el buen vivir que hasta ahora no se lo encuentra, dirigiendo el servicio que maneja las compras públicas, la cultura y los sistemas de pago del Banco Central, ahora quiere ser el timonel de un país en crisis.
Con la finalidad de ganar tiempo y buscar el mecanismo que le permita una inscripción efectiva aunque con otro actor, desafía al código y reglamentos electorales con interpretaciones de trámites que según él serían absurdos y que lo único que tratan a toda costa, es impedir la inscripción de su binomio presidencial.
La empresa electoral que lo auspicia, paralelamente aplica una estrategia de desinformación fundamentada en lo que se llama fake news, con el objetivo de afectar la débil credibilidad del gobierno actual y apalancándose en el miedo que estas generan en la ciudadanía, tratar de posicionarse como quien cubriría una aparente necesidad de recuperar la patria.
Ojalá que el espejismo creado por el gobierno populista con los mayores ingresos económicos de la historia ecuatoriana, que dejó un país endeudado y corrompido, no se vuelva a reflejar en la población que aún tiene en su mente algunos recuerdos que le fueron insertados hábilmente por un estado de propaganda, que gastó casi mil quinientos millones de dólares, tratando de crear una imagen de progreso que nunca se dio.