¿Qué celebramos?

Han pasado 232 años desde la primera publicación de “Primicias de la Cultura de Quito”, el periódico que nació bajo la pluma de Eugenio de Santa Cruz y Espejo, el líder libertario que también soñó con la libertad de las palabras y las ideas, con el abrazo entre indígenas y criollos, fuerte crítico del poder y la carencia de educación.
El 7 de agosto de 1992, el Congreso Nacional declaró al 5 de enero como el Día del Periodista ecuatoriano en honor a esa primera edición del periódico quiteño que tuvo 7 publicaciones y luego de las cuales su precursor y más lúcido exponente fue perseguido hasta llegar a la cárcel.

No hace muchos años el periodismo bien orientado lograba mover los cimientos de gobiernos y sociedades, encontraba la forma de llegar a la conciencia colectiva, obligaba a pensar y originaba criterios fuertes y argumentados. No hace muchos años el periodismo era bandera de orgullo para quienes lo ejercían en el fragor de los hechos y en honor a la verdad.
Existe un incremento en las plataformas digitales, medios nacen, raudos, y con la misma rapidez mueren a los pocos meses. La necesidad de contar “la verdad”, de ser “los primeros”, la búsqueda de seguidores y likes son los factores que han precarizado la información que consume una ciudadanía pobre en lectura y criterio.

En nuestro medio, se ha adquirido una costumbre que prevalece, periodistas han dejado de construir sus notas desde la individualidad del pensamiento, se ha formado un conglomerado de todos ellos, juntos van a buscar la información, juntos caminan a todo lugar, juntos le presentan a sus lectores, radioescuchas o televidentes la misma noticia. Pareciera que los medios solo hicieran presión si están juntos, si sus alcances respondieran a los mismos intereses.
No hay mucho que celebrar en este tiempo, no solo por la involución del periodismo que, en lugar de aumentar el eco de su voz, ha ido cayendo en un silencio que le permite al poder hablar más alto, tal parece que, si hubiese existido el alcance de los medios digitales en los años del holocausto, el holocausto de cualquier modo hubiera sucedido.
Pero ¿Se pueden cambiar realidades desde el periodismo?
La respuesta es sí.
Aún podemos despertar del sueño aletargado en el que hemos entrado al estirar la grabadora o el micrófono, encender las cámaras o empezar a tomar notas, aún podemos dejar de guardar silencio, dejar de simplemente ser la plataforma que retransmite lo que nos cuenta la autoridad, el encargado o la fuente, aún podemos volver al estilo crítico con el que nació nuestro oficio, para que en los años venideros no nos cuestionemos más ¿qué se celebra? celebremos hoy de la única forma en la que se debería: empezando, de nuevo, a cuestionar, a incomodar, a intervenir, a, en serio, contar la verdad.

Sumergida en el viaje del autoconocimiento, comunicadora social, aprendiz de escritora, viajera de libros y feminista insurgente.