
Los antecedentes citados en la entrega anterior, nos conducen directamente al suceso que dio inicio formalmente al proceso de independencia del Ecuador, obligándonos a una revisión breve de la propuesta presentada en el Primer Congreso Científico Panamericano celebrado en Santiago de Chile en diciembre de 1908, en la cual se esgrimía la tesis de que la iniciativa de la independencia hispanoamericana, le correspondía a Bolivia, señalando a los movimientos puntuales y con objetivos específicos, de Chuquisaca (25 de mayo de 1809) y La Paz (16 de julio de 1809), como su génesis. Esto fue refutado y aclarado a su debido tiempo en el estudio histórico de Bolivia, donde se indica que en estos pronunciamientos “no hubo el menor propósito de independencia, sino que más bien las causas fueron los desacuerdos entre las mismas autoridades de la colonia, sobre el régimen que debía adoptarse para conservar el sistema colonial en medio de la situación embarazosa y anárquica de la Metrópoli” (Sotomayor, 1874).
Por otro lado, antes de que estalle la Revolución Francesa, se fundaba en Quito la Sociedad Económica de la Concordia, de la cual Eugenio de Santacruz y Espejo era su secretario y tenía como miembros relevantes a los marqueses de Selva Alegre, Maenza, Miraflores, Villa-Orellana y Solanda, entre otros, la misma que además de ocuparse del fomento al comercio, también se dedicaba a la divulgación de ideas políticas, razones por las que el doctor Espejo fue incluso apresado y desterrado en 1796.

Siguiendo el curso de la historia, en 1804 el presidente de la Audiencia de Quito, Barón de Carondelet, propuso al rey de España Carlos IV la independencia de Quito de los virreinatos, mediante la creación de una capitanía general subordinada directamente al rey, con la finalidad de solucionar los problemas económicos, lo que fue bien visto por los criollos locales.
Más adelante, la llegada tardía de las noticias sobre la invasión de Napoleón a España en 1807-1808, la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, la toma del poder por parte de José Bonaparte, generaron inquietud y confabulaciones en contra de rey de España, como la de diciembre de 1808, cuando un grupo de nobles con el pretexto de celebrar la navidad, se reunieron en la hacienda de Juan Pío Montufar, donde conversaron sobre los sucesos de España y el peligro de caer bajo la dominación napoleónica, analizaron la situación del gobierno local y resolvieron formar a corto plazo una junta suprema para sustituirlo.
La toma del poder político debía efectuarse en febrero de 1809, pero los revoltosos fueron descubiertos y sometidos a juicio, el mismo que no prosperó, siendo liberados uno por uno ante la falta de pruebas de delito alguno.
Por fin, la noche del 9 y la madrugada del 10 de agosto de 1809, los notables se reúnen en casa de doña Manuela Cañizares y deciden deponer a las autoridades, conformando para su reemplazo una Junta Suprema presidida por Juan Pío Montufar, que se posesionaría con el apoyo de las tropas locales luego de la aprehensión del hasta entonces presidente da la Audiencia, conde Ruiz de Castilla.

Mediante un acta, los protagonistas se nombran Diputados del Pueblo y designan a Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga y Juan de Larrea, como ministros de Estado, proclamándose como gobierno interino hasta que su Majestad Fernando VII recupere la península.
Este primer gobierno revolucionario, a pesar de la masacre del 2 de agosto de 1810, se ubicó en la cúspide de América el 11 de diciembre de 1811, cuando se promulgó el Estado de Quito, que contaría con un gobierno de régimen presidencialista constitucional y una carta magna expedida el 15 de febrero de 1812. Pero esto ya es otra historia.

«Curioso, en busca de nuevos caminos y la verdad desnuda.»
Controlador de Tránsito Aéreo (USAF), Mayor de Estado Mayor Técnico FAE (SP), Licenciado en Administración Aeronáutica, Ingeniero Comercial, Diplomado, Especialista y Magister en Pedagogía